lunes, 15 de febrero de 2010


UN ABRAZO A GALVAN



Cuando me volviste a dar la noticia no sabía si celebrarlo o llorar el último llanto contigo. Sólo pude ver cómo recargabas el cuerpo sobre el sofá y simulabas estar llorando como lloran los hombres, lamentando estar en esa condición y escuchando la canción que yo cantaba mientras pensabas en algo, no me imagino en qué. Ella seguramente estaría brindando al final de la noche vulnerable, yo hubiera podido hacer algo más por ti, pero fui un cobarde. Pero quiero pensar que ahora las cosas son distintas, con otros colores, ojalá que pronto con sabor a otros labios, que sean tiernos. Mi querido amigo, te quisieron exiliar y no te otorgaron el derecho a una llamada, tenían como objetivo desaparecerte, pero no pudieron, ella no pudo y nadie podrá lograrlo. Allí estaría yo si gritaras auxilio, pero no me pidas dañar a terceros, no por consciente, más bien porque no te imaginas lo que yo puedo hacer por un amigo. Querían desaparecerte, de pronto dar contigo era salir a gritar tu nombre, nadie respondía, todos los que antes volteaban dejaron de llamarse como tú, parecía que la epidemia del daño era constante. Todos decían te odio, nadie decía te quiero, aquellos que una vez fueron testigo del amor estaban muy lejos, al otro lado de los cuentos. Allí andaré yo, por tus rumbos, por los míos, por los brazos, los abrazos y los balazos si estos fueran necesarios. Te quiero como se le quiere a un hermano herido por la guerra, pero igual te pido que andes de pie pronto que quizá la siguiente bala ahora me alcance.

Josué Dante
México, D. F.

No hay comentarios:

Publicar un comentario