
Sobre Juchitán he escrito muy poco y en las últimas fechas procuro comprender los motivos inconscientes que pudieran estar inmiscuidos en este asunto, y lo medito debido a que soy un escritor comprometido con todo lo que considero importante, mucho más sabiendo que soy oriundo de esta ciudad que carga con una historia que muchas veces es imposible de rechazar y en el primer intento sucede que nos parecemos más a lo que negamos. Llegué a una conclusión muy curiosa y puede ser juzgada de evasiva: ¿qué puedo escribir cuando todo ya ha sido dicho en las plazas, entre los vecinos, el mercado y las historias que contaron los abuelos?
Aun así siempre hay algo que señalar, quizá resulté complicado de explicar pero lo voy a intentar, cuando uno tiene el oficio de ser escritor comprende que la realidad no puede seguir siendo la misma, que es necesaria una nueva perspectiva donde más de dos pensamientos se albergarán. Recientemente escuché una conferencia de Irma Pineda, indudablemente una de las poetas más prolíficas del estado de Oaxaca, y en su disertación dijo que la única manera de recuperar la lengua madre es hablándola, descifrándola y reconociéndose en ella, porque una persona que habla el español y el zapoteco son dos personas, dos almas, dos pensamientos –espero haber logrado capturar la idea de la maestra, de lo contrario anticipo mis disculpas–, consecuentemente y creyendo en las palabras de la poeta, la tarea es que uno se reconozca en Juchitán, que se redefina constantemente con su historia y todo lo que inherentemente conlleva el ser de la tierra zapoteca.
El imaginario psicológico del Juchiteco es rico en costumbres, tradiciones, recuerdos y anécdotas; es decir, de historia. Siempre está intentando parecerse cada día a lo que él cree que es, lejos de pretender imitar los estereotipos que se presentan a través de los medio de invasión. Desafortunadamente no siempre logra esta tarea y se ve derrotado ante la influencia, ahora podemos ver a adolescentes y jóvenes que al parecer forman parte de una generación desconocida, pero muy justificada; resulta imposible no sucumbir ante el bombardeo constante de la información visual. Pero están ellos, los artistas, los escritores, lo promotores culturales, los que diariamente luchan por recuperar algo que yo opino sobreviviría por sí sola, sin necesidad de sujetar su estancia en la actualidad. Pero el artista Juchiteco tiene miedo de perder su entorno natural, así que busca mantenerla como antes era, como alguien alguna vez narró que fue. Los medios culturales logran su fin cuando por la radio se escucha un zapoteco cantarín con una programación de música regional y alegorías sobre los sabores que el Istmo tiene como riqueza, cultural le llaman ellos y yo les doy toda la razón; las revistas que publican poemas en lengua originaria y que además promocionan, hasta sus posibilidades, la importancia del rescate de la historia. Cada uno de estos comportamientos son los que forman la personalidad, la riqueza de rasgos psíquicos de los que jamás se podrá separar.
La cultura es una formadora de la personalidad, y ésta jamás tendrá una transformación drástica en el desarrollo personal, por tanto, el Juchiteco con el paso de su desarrollo histórico jamás dejará de serlo, su psicologismos será siempre la de una persona del sur de México y con todas las características, en forma notable o en remanencias, de lo que sus antepasados fueron. Pero eso sí, y en esto hay que poner atención, las culturas evolucionan, confío en que la historia de igual modo, entonces la línea de vida histórica de Juchitán y sus habitantes también evolucionarán, llegando así a una nueva síntesis, a un nuevo presente que será la continuidad natural del tiempo.
Y éste es justamente mi compromiso como escritor, el de concientizar la realidad psicológica que los individuos viven, de un presente que de pronto pareciera muy efímero y que tenemos muy pocas oportunidades de modificarla. Juchitán tiene por tarea sobrevivir a lo que en el mundo se llama globalización, pero su lucha no es la de evitarla, sino el de adaptarse cuando le llegue el turno de integrarse a ella, y eso comienza a suceder. Pero advierto que esto no es grave, pero sí inevitable, y de algo estoy seguro, no habrá un solo proyecto cultural de recuperación que pueda evadirlo, además no creo que el propósito sea éste. Pero lo que sí es necesario y no puede soslayarse es que el compromiso de todos aquellos intelectuales que utilizan la literatura como herramienta de trabajo, tienen como obligación escribir y trascender a su propia historia, de olvidarse de que los poemas sólo sirven para enamorar a la damisela zapoteca, pues es una de las principales mentiras, la poesía es una de las armas revolucionarias más importantes que existen y a través de ella se puede crear a una generación entera de pensadores que confíen, ya no sólo en su historia como zapotecas, sino en su futuro como seres humanos provenientes de una cultura que servirá para siempre de bastión en cada uno de sus sueños.
El Dr. Hans Oleg, un gran psicoanalista mexicano, dijo que una de las condiciones más importantes para alcanzar todos los objetivos en la vida es haberlos soñado antes. Tesis a la que me adhiero indudablemente, mi sueño es que un día Juchitán se convierta en una ciudad de libres pensadores, de seres universales que no podrán olvidar su pasado debido a que estará en cada gente, en cada mercado, en cada plaza y en cada historia que cuenten los abuelos.
Uno jamás será presente, siempre será pasado.
Josué Dante Velázquez Aquino
Juchitán, Oaxaca
Aun así siempre hay algo que señalar, quizá resulté complicado de explicar pero lo voy a intentar, cuando uno tiene el oficio de ser escritor comprende que la realidad no puede seguir siendo la misma, que es necesaria una nueva perspectiva donde más de dos pensamientos se albergarán. Recientemente escuché una conferencia de Irma Pineda, indudablemente una de las poetas más prolíficas del estado de Oaxaca, y en su disertación dijo que la única manera de recuperar la lengua madre es hablándola, descifrándola y reconociéndose en ella, porque una persona que habla el español y el zapoteco son dos personas, dos almas, dos pensamientos –espero haber logrado capturar la idea de la maestra, de lo contrario anticipo mis disculpas–, consecuentemente y creyendo en las palabras de la poeta, la tarea es que uno se reconozca en Juchitán, que se redefina constantemente con su historia y todo lo que inherentemente conlleva el ser de la tierra zapoteca.
El imaginario psicológico del Juchiteco es rico en costumbres, tradiciones, recuerdos y anécdotas; es decir, de historia. Siempre está intentando parecerse cada día a lo que él cree que es, lejos de pretender imitar los estereotipos que se presentan a través de los medio de invasión. Desafortunadamente no siempre logra esta tarea y se ve derrotado ante la influencia, ahora podemos ver a adolescentes y jóvenes que al parecer forman parte de una generación desconocida, pero muy justificada; resulta imposible no sucumbir ante el bombardeo constante de la información visual. Pero están ellos, los artistas, los escritores, lo promotores culturales, los que diariamente luchan por recuperar algo que yo opino sobreviviría por sí sola, sin necesidad de sujetar su estancia en la actualidad. Pero el artista Juchiteco tiene miedo de perder su entorno natural, así que busca mantenerla como antes era, como alguien alguna vez narró que fue. Los medios culturales logran su fin cuando por la radio se escucha un zapoteco cantarín con una programación de música regional y alegorías sobre los sabores que el Istmo tiene como riqueza, cultural le llaman ellos y yo les doy toda la razón; las revistas que publican poemas en lengua originaria y que además promocionan, hasta sus posibilidades, la importancia del rescate de la historia. Cada uno de estos comportamientos son los que forman la personalidad, la riqueza de rasgos psíquicos de los que jamás se podrá separar.
La cultura es una formadora de la personalidad, y ésta jamás tendrá una transformación drástica en el desarrollo personal, por tanto, el Juchiteco con el paso de su desarrollo histórico jamás dejará de serlo, su psicologismos será siempre la de una persona del sur de México y con todas las características, en forma notable o en remanencias, de lo que sus antepasados fueron. Pero eso sí, y en esto hay que poner atención, las culturas evolucionan, confío en que la historia de igual modo, entonces la línea de vida histórica de Juchitán y sus habitantes también evolucionarán, llegando así a una nueva síntesis, a un nuevo presente que será la continuidad natural del tiempo.
Y éste es justamente mi compromiso como escritor, el de concientizar la realidad psicológica que los individuos viven, de un presente que de pronto pareciera muy efímero y que tenemos muy pocas oportunidades de modificarla. Juchitán tiene por tarea sobrevivir a lo que en el mundo se llama globalización, pero su lucha no es la de evitarla, sino el de adaptarse cuando le llegue el turno de integrarse a ella, y eso comienza a suceder. Pero advierto que esto no es grave, pero sí inevitable, y de algo estoy seguro, no habrá un solo proyecto cultural de recuperación que pueda evadirlo, además no creo que el propósito sea éste. Pero lo que sí es necesario y no puede soslayarse es que el compromiso de todos aquellos intelectuales que utilizan la literatura como herramienta de trabajo, tienen como obligación escribir y trascender a su propia historia, de olvidarse de que los poemas sólo sirven para enamorar a la damisela zapoteca, pues es una de las principales mentiras, la poesía es una de las armas revolucionarias más importantes que existen y a través de ella se puede crear a una generación entera de pensadores que confíen, ya no sólo en su historia como zapotecas, sino en su futuro como seres humanos provenientes de una cultura que servirá para siempre de bastión en cada uno de sus sueños.
El Dr. Hans Oleg, un gran psicoanalista mexicano, dijo que una de las condiciones más importantes para alcanzar todos los objetivos en la vida es haberlos soñado antes. Tesis a la que me adhiero indudablemente, mi sueño es que un día Juchitán se convierta en una ciudad de libres pensadores, de seres universales que no podrán olvidar su pasado debido a que estará en cada gente, en cada mercado, en cada plaza y en cada historia que cuenten los abuelos.
Uno jamás será presente, siempre será pasado.
Josué Dante Velázquez Aquino
Juchitán, Oaxaca
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