
Me gustaría comenzar con una canción que el público se espera, pero de pronto un miedo me embarga y doy por cerrado el recital. Esto pienso cuando estoy en cama con el lector de discos, mi memoria viaja muy lejos, pasa por Chiapas, se estaciona en Juchitán y después pide asilo a la izquierda de Jalapa, sólo más tarde regreso al D. F. y mi apartamento está como siempre, solo y con soledad. No puedo negar que la botella de vino está por terminarse y no me arrepiento de habérmelo bebido, para eso he nacido y por ello he de morir. Los viejos amigo vuelven avisando que buscan posada y hasta ahora nadie se los ha dado, abro mi ventana, que es por donde entran los bienvenidos, por la muerta sólo los hipócritas de la vida cotidiana, yo mismo entro por la puerta… mi reflejo no.
Ayer viajaba hacia Ciudad Universitaria y me recordé de mi vieja guardia, la que se ha perdido y que tristemente sé que no volverá. Mi hermano Valentín y las travesuras en las que ni los profesores nos descubrieron, mi amigo Mario que siguió en ese viejo barco del que el resto nos bajamos, Rafael del que supe se ha casado y vive completamente feliz, trabaja para vivir y vive para ser feliz, no fueron sus palabras pero pude sospecharlo la última vez que lo vi, el viejo Fabián tuvo que irse lejos y no nos quiso esperar, y yo que era un niño que no sabía qué hacer con su vida. Éramos todos y fuimos suficientes para nosotros, para nuestros padres que nunca miraron con atención lo que decíamos en voz muy baja. El espejo boca arriba fue testigo de largas noches, de breves caminos del que quisimos experimentar y que nadie nos avisó que sería peligroso, sólo los sabios de la calle, que nos recomendaron que en caso de omisión de auxilio podríamos recurrir a su esquina. Lo confieso por mí, no por mis viejos amigos, fuimos y nos dijeron que no sería complicado olvidarnos de pasado, por mi parte dio resultado, sólo de principio, después me enteré que había otras alternativas, a algunos se nos hizo muy tarde. Así es esta vida loca.
Tengo muchas ganas de llorar, porque imagino que llorando el pasado puede pasar frente a mi casa y abrirle la ventana. Y es que me gustaría beberme lo que resta de la botella de vino con Valentín, contarle el último gol en Guatemala, o que él me presumiera su última salvada de gol en Guadalajara, o pedirle a Mario que nos describiera la batida que hizo aquí en el D. F. con los viejos Toros Neza. Pero no sucederá, todo ha terminado, las imágenes se quedaron en los salones de la técnica 50, con las pequeñas novias que nos miraban celebrar victorias y nos desnudaban para aligerar las derrotas. Incluso, ellas mismas dónde estarán ahora, a qué se dedicarán, algunas han tenido hijos y otras siguen en la batalla de la tecnocracia que hace que nos olvidemos de la humanidad. Pero muchachos, eran tan bellas que nos gustaba ver cómo en esa adolescencia sus caderas cada vez abarcaban más espacio en el horizonte. Por ellas y por mis amigos quiero levantar la misma bandera que quemé la tarde que cogí el bus que me trajo a la ciudad para ingresar a la universidad. Recuerdo que hacía un viento norte, de esos acostumbrados, mis mejillas se pusieron muy rojas, mis padres querían preguntarme si me sentía bien, yo dije que no pero que tampoco importaba. Sólo los amigos reconocerían mi mirada, seguro dirían Creo que todo ha terminado, nuevas historias experimentaremos y de esto sólo quedarán los viejos recuerdos… que loca es esta vida Dante.
En el D. F. me despertaron las sirenas de las ambulancias, y unos judiciales me llevaron al cerro del Chiquihuite para robarme mis maletas y mi dinero, tampoco importaba, los engañé, la plata lo cargaba en mis zapatos viejos. Pero también allí me acordé de la preparatoria, cuando las jardineras se encargaban de cubrir los besos prolongados. Allí fueron otros muchachos, otras miradas, otros labios, pero servían para mirar hacia a tras y llorar por los gritos agudos de nuestra voz de pubertad. Cada quién se había ido lejos, Valentín en Oaxaca, también Mario, Rafael decidió clausurar todo, Fabián seguía en el mismo sitio, pero lo recordábamos y sabíamos que entre nosotros andaría siempre. Todo había terminado, nada seguiría siendo lo mismo, ya no tendría los mismo hombros, en la prepa los nombres cambiaron, los labios fueron otros, pero Mario ya no besaba a mi novia, ahora era mi tarea conquistarla, no lo logré, más bien un nuevo Mario se encargó de la empresa. E insistentemente había que volver a la secundaria, visitar las instalaciones y verificar si los arboles olían aun a caderas de niñas adolescentes. Ver pasar a las muchachas, a Ariadna, Rubí, Karina, ella fue mi novia. Juntos creamos un nuevo camino de nuestros pensamientos, faltaba sólo ser adultos y descubrir que nada era equivocado, que a esa edad también podíamos amar, que el amor a primera vista sí existía, que los besos no eran de niños más bien eran de labios pegados.
Ha, mi primer beso, mi primer abrazo, mi primer te quiero, mi primer amor, mi primera vida ha terminado… Hasta nunca camaradas.
Josué Dante
Moctezuma, D. F.
Ayer viajaba hacia Ciudad Universitaria y me recordé de mi vieja guardia, la que se ha perdido y que tristemente sé que no volverá. Mi hermano Valentín y las travesuras en las que ni los profesores nos descubrieron, mi amigo Mario que siguió en ese viejo barco del que el resto nos bajamos, Rafael del que supe se ha casado y vive completamente feliz, trabaja para vivir y vive para ser feliz, no fueron sus palabras pero pude sospecharlo la última vez que lo vi, el viejo Fabián tuvo que irse lejos y no nos quiso esperar, y yo que era un niño que no sabía qué hacer con su vida. Éramos todos y fuimos suficientes para nosotros, para nuestros padres que nunca miraron con atención lo que decíamos en voz muy baja. El espejo boca arriba fue testigo de largas noches, de breves caminos del que quisimos experimentar y que nadie nos avisó que sería peligroso, sólo los sabios de la calle, que nos recomendaron que en caso de omisión de auxilio podríamos recurrir a su esquina. Lo confieso por mí, no por mis viejos amigos, fuimos y nos dijeron que no sería complicado olvidarnos de pasado, por mi parte dio resultado, sólo de principio, después me enteré que había otras alternativas, a algunos se nos hizo muy tarde. Así es esta vida loca.
Tengo muchas ganas de llorar, porque imagino que llorando el pasado puede pasar frente a mi casa y abrirle la ventana. Y es que me gustaría beberme lo que resta de la botella de vino con Valentín, contarle el último gol en Guatemala, o que él me presumiera su última salvada de gol en Guadalajara, o pedirle a Mario que nos describiera la batida que hizo aquí en el D. F. con los viejos Toros Neza. Pero no sucederá, todo ha terminado, las imágenes se quedaron en los salones de la técnica 50, con las pequeñas novias que nos miraban celebrar victorias y nos desnudaban para aligerar las derrotas. Incluso, ellas mismas dónde estarán ahora, a qué se dedicarán, algunas han tenido hijos y otras siguen en la batalla de la tecnocracia que hace que nos olvidemos de la humanidad. Pero muchachos, eran tan bellas que nos gustaba ver cómo en esa adolescencia sus caderas cada vez abarcaban más espacio en el horizonte. Por ellas y por mis amigos quiero levantar la misma bandera que quemé la tarde que cogí el bus que me trajo a la ciudad para ingresar a la universidad. Recuerdo que hacía un viento norte, de esos acostumbrados, mis mejillas se pusieron muy rojas, mis padres querían preguntarme si me sentía bien, yo dije que no pero que tampoco importaba. Sólo los amigos reconocerían mi mirada, seguro dirían Creo que todo ha terminado, nuevas historias experimentaremos y de esto sólo quedarán los viejos recuerdos… que loca es esta vida Dante.
En el D. F. me despertaron las sirenas de las ambulancias, y unos judiciales me llevaron al cerro del Chiquihuite para robarme mis maletas y mi dinero, tampoco importaba, los engañé, la plata lo cargaba en mis zapatos viejos. Pero también allí me acordé de la preparatoria, cuando las jardineras se encargaban de cubrir los besos prolongados. Allí fueron otros muchachos, otras miradas, otros labios, pero servían para mirar hacia a tras y llorar por los gritos agudos de nuestra voz de pubertad. Cada quién se había ido lejos, Valentín en Oaxaca, también Mario, Rafael decidió clausurar todo, Fabián seguía en el mismo sitio, pero lo recordábamos y sabíamos que entre nosotros andaría siempre. Todo había terminado, nada seguiría siendo lo mismo, ya no tendría los mismo hombros, en la prepa los nombres cambiaron, los labios fueron otros, pero Mario ya no besaba a mi novia, ahora era mi tarea conquistarla, no lo logré, más bien un nuevo Mario se encargó de la empresa. E insistentemente había que volver a la secundaria, visitar las instalaciones y verificar si los arboles olían aun a caderas de niñas adolescentes. Ver pasar a las muchachas, a Ariadna, Rubí, Karina, ella fue mi novia. Juntos creamos un nuevo camino de nuestros pensamientos, faltaba sólo ser adultos y descubrir que nada era equivocado, que a esa edad también podíamos amar, que el amor a primera vista sí existía, que los besos no eran de niños más bien eran de labios pegados.
Ha, mi primer beso, mi primer abrazo, mi primer te quiero, mi primer amor, mi primera vida ha terminado… Hasta nunca camaradas.
Josué Dante
Moctezuma, D. F.
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