lunes, 5 de octubre de 2009

NO SOMOS ROJOS DE MIERDA, SOMOS ROJOS

Hace mucho que no te escribo, pero es por razones que sé entenderás. No te había contado pero me han aceptado en la maestría. ¿Recuerdas?, cuántas noches no te platicaba sobre los proyectos de mi vida y que incluían seguir los sueños universitarios. Hermano, creo que las cosas comienzan a tomar forma, alguien llamó a mi timbre y me atreví a abrirle. Hoy puedo escribir sobre las cosas más bellas del munco, mis canciones hablan de sonrisas y hacer el amor antes que hacerse el dormido, mis lecturas han dejado de ser las de siempre, adios Cortaza, adiós Marquez, adiós Saramago, me he convertido poco a poco en un tipo más suelto, laxo diría una compañera, que por cierto he de platicarte de ella después, pero por ahora te digo que me siento acompañado por personas que valen tanto la pena como tú. También debo advertirte que soy más grosero, ya sabes que nunca le he tenido miedo a las palabras, sólo que las mentadas de madre las gozo, y no sólo eso, incluso las dedico y les pongo nombre. Ya nos veremos pronto y me escucharás hablar.
¿Sabes?, he llevado a mis amigos a un bar que está en el maldito barrio caro que tú bien conoces, les ha gustado. También sabes que no he sido bueno con los nombres de los garitos, pero en este caso fue perfecto la falata de memoria. Vaya pues, que te quiero hablar del Rojo.
Uno entra y lo primero que se encuentra son las viejas canciones que siguen dando la vuelta a las esquinas de las neuronas que transforman el recuerdo en un tarro de cerveza con crema, con la necesidad de hacer a un lado la espesa espuma que convierte al paladar en el mejor asilo de la cordura. Oscár el filósofo, Salomón el sano, Tarazona la miedosa y yo que soy el perverso, cada uno con un mundo diferente pero que en ese instante confluyen, una botana en el centro de la mesa y un hambre en el estomago, una seriedad que no tiene cabida en un sitio como ese, una locura que es bienvenida y el alcohol que desata el chaleco de fuerza y volvemos a empinar para brindar por un vil pretexto. Tú lo harías, no me queda duda, lo has hecho antes y ahora que tienes la oportunidad de evidenciarlo prefieres olvidarlo. Sí, te hablo a ti que no haces caso o bien te haces el torpe que asegura nunca antes haberse enamorado de una chica de garito antes de dar el último sorbo a la primera ronda.
Te decía, entras y te encuentras con fotografías de películas, con pantallas donde los videos se proyectan, mesas muy bajas, cubos de esponja para que el culo no duela tanto como al momento de caer de un sentón o ser violado por un hijo de puta cabrón. Perdón por la expresión, pero seguramente esto lo estoy escribiendo aún con las consecuencias de una noche de mediocridad y genialidad de Rojo. No somos rojos de mierda, somos rojos, y el que no lo quiera creer que se lleve al oído un coño y dedique su vida al celibato. Creo que mis amigos y yo, a excepción de Salomón el sano, bebemos y bebemos sin cesar. No, no, Tarazona la miedosa no bebe tanto, se basta con la ronda de inauguración y después se dedica a observar cómo el filósofo y el perverso hablan sobre la vida que muere, sobre el amor con corazones viejos, sobre los duelos donde siempre termina perdiendo el malo, o el que reconoció ser el malo.
Tendrías que ir un día, prometo que yo pago las primeras, pero después tendrás que desenfundar, como dice Oscár, y gritar un ¡huelum! por la U, como dice Tarazona, y dejarnos decir malas palabras y criticar a las mujeres que nos abandonaron llevándose con ellas la receta del facultativo, la única forma de poder hacernos de nuestros antidepresivos. Jodidas.
Pero eso no importa, por estas fechas comienzo a recuperar la felicidad, o al menos a creer en ella, que no sé dónde se había ocultado. A mí me parece que yo mismo la guardé, sólo que no recordé en qué sitio.
Pero sigo en el Rojo, te cuento que Salomón es un tipo que duerme mucho, Oscár un tipo que come mucho, Tarazona una chica que a nada dice que no, y yo, un tipo que desconfía de la humanidad, y todos nosotros coincidimos en una sola cosa: el alcohol es la solución a cualquier problema. Pero no te creas, por si pensabas que éramos un grupo de ebrios de maestría estás equivocado, también nos gusta la investigación en exceso, de hecho hemos formado un grupo de disertación, hasta nombre tiene, ¿cómo es que se llama?, ¡ha! sí, entre Oscár y yo le hemos puesto el Chupeirón, algo así como grupo interdisciplinario que le gusta las artes filológicas tanto como las cervezas.
Si te cuento esto no es para enterarte de las cosas que hacemos, es para que un día vayas y como balas dispares unas en honor a quien quieras. Y si has sido abandonado por una mujer la cosa se pondría mejor, tendrías derecho a gritar y maldecir las veces que quieras. Llegar es muy fácil, no hay pierde, frente a nuestra U pasa un bus que te deja a tres casas del Rojo. Y ya no puedo decirte más, si así no das con él es porque eres un hombre jodido que no quiere salir de su claustro moral. Vamos hermano, mis amigos y yo nos pasamos las mañanas de cada lunes, miércoles y viernes en un salón donde el discurso es nuestro desayuno, ¿no crees que nos merecemos beber cerveza para asimilar lo analizado?, no sé tú, pero yo digo que sí y creo que muchos me apoyan. Y si no te entereza entonces ¡llégale carnal!, ¡ponle ruedas!, ¡a la ver gatos que no hay ratones!, ¡emígrele cabrón!, después no digas que no quise pasarmela contigo.
Pero te conozco y sé que ya se te está antojando, seguro mientras lees esto comienzas a babear y no te aguantas las ganas de llamarme al movil y decirme: ¡ya rugiste camaleón, di rana y yo salto! Yo, entonces diré: ¡eso es ser un cabrón de barrio! Te presentaré a mis amigos y verás que te caerán muy bien, y en el peor del caso te caerán encima.
Tú me recuerdes, por los últimos meses no pude ser feliz. Ando en donde la maestría, los temas son muy interesantes, pero también necesitaba de compañía y lo he encontrado con este combo de cabrones que hacen de mis tardes las mejores que jamás había experimentado. Cuenta conmigo como siempre, tarde o temprano la pasaremos juntos otra vez, pero por ahora déjame seguir disfrutando de este instante. Ya vendrán los días cuando necesite hablarte y decirte que me la he partido una vez más, que este corazón no entiende que no hay que enamorarse a primera vista, pero como dijo el poeta, ¿acaso hay otra forma de enamorarse que no sea a primera vista? Incluso creo que yo pude enamorarme a segunda vista, o a tercera, pero me he enamorao.
El Rojo no forma parte de mi vida, para nada, pero sí de esas tardes donde Oscár y yo nos hemos confesado las mejores y las peores cosas de la vida por la que seguimos apostando. Hay una magia en ese sitio, incluso hasta el baño tiene arte, los cubos cubreculos, las mesas, los otros chicos que tienen unos ojos rojos y tanteando la moqueta para resvalar por el exceso de cerveza en el cerebro.
Por cierto, no me vas a creer, en el Rojo descubrí que las mejores camareras del mundo son psicólogas, al menos la que conocí, una colega hermano, no se puede pedir más. Hemos ido repetidas veces, comienzan a identificarnos, al parecer no dejaremos de hacerlo, lo hemos adoptado como el sitio perfecto para continuar las disertaciones de la maestría: es que no sabes qué profundo es lo que hacemos…
Seguro pede escribir algo más serio, pero me siento mareado y ya es de madrugada, casi las dos y no tengo nada de sueño, acompañé a Tarazona a su departamento y tras despedirme en el reten de seguridad me vine a mi jodido rincón que me presta mi hermano. ¡Esa Tarazona!, no se imagina lo que pienso sobre ella, pero ya habrá ocasión.
Vale hermano, creo que es todo lo que puedo decirte por ahora. El Rojo es el Rojo, así que quiero que sepas que Oscár, Salomón, Tarazona y yo no somos rojos de mierda, somos rojos…

Josué Dante
Instituto Politécnico Nacional, D. F.

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